El sábado 26 de julio, a las 19:00 horas, se abrieron las puertas del anfiteatro de Asturica Augusta para acoger, dentro de los festejos de los Ludi Apolinares, las competiciones entre Astures y Romanos.
Mientras los espectadores más rezagados ocupaban sus asientos, comenzó el desfile triunfal, con saludo al pulvinar de los cuatro jueces (dos caudillos astures y dos senadores romanos).
Encabezando la comitiva romana, las tropas del Ludus Bergidum Flavium: su Caesar Teodosio Petrus Augusto (el aquilifer en la fotografía) nos invitó antes del evento al encuentro de Cacabelos (del 1 al 3 de agosto), al que tristemente no podremos acudir. ¡Gracias por la moneda de oro!
El caudillo astur fue recibido, desde nuestra grada de nobles romanos, con abucheos y alguna palabra malsonante. Acudió montado en un bárbaro trono, luciendo sus pieles y su casco con cuernos.
Cerró el desfile el gran Caesar, coronado de áureos laureles y aclamado por todos. Dio la vuelta a la arena flanqueado por su guardia personal y seguido por sus tropas de la Legio X Gemina. Inauguró los ludi con un gran discurso, y cedió la palabra a los jueces para que explicaran como, tras haber resultados vencedores en el concurso de catapultas de la jornada anterior, los astures ya contaban con I punto de victoria.
1ª Prueba: Carrera de Sillas de Manos. Cuatro porteadores romanos, y otros cuatro astures, realizaron carreras por relevos alrededor de la arena. A los ojos del público indignado ("¡tongo!" se grita en las gradas), los bárbaros acortaron el recorrido corriendo por la calle interior, y se adelantaron a los nobles y justos romanos. También les ayudó que, en numerosas ocasiones, la joven patricia del palanquín romano mordió el polvo, literalmente, al estrellarse contra la dura arena. Ganaron dos carreras, por lo que no se disputó la tercera. Resultado: Nada - II a favor de los astures.
2ª Prueba: Cetrería. Cuatro venatores de cada equipo, encaramados a altas montañas artificiales, tuvieron que guiar a un águila (similar a nuestras Aves de Ares) de uno a otro hasta completar una vuelta a la arena. El águila romana se desorientó debido a los gritos de los tramposos bárbaros y, aunque les pagamos después con la misma moneda, el reloj de arena les dio la victoria.
Nada - III en favor de los astures, que se levantaron y gritaron de júbilo, haciendo temblar los cimientos del anfiteatro. Al fondo de sus caveae, hondearon una gran tela con el mensaje: "Se buscan romanos dignos para circo decente", que nos hizo reír a pesar de la falta manifiesta de decoro.
3ª Prueba: Duelo de Gladiadores. Tras su combate del sábado 20, vuelven a la arena Teocles el Tracio contra el Macedonio, representando cada uno a una de las facciones, astur y romana. Al parecer, habían dejado de lado los escudos para luchar con mayor libertad de movimiento, lo que no dejó de disgustarnos a los amantes de las leyes gladiatorias.
Como ya sucediera en su anterior duelo, el gladiador rojo se impuso a su enemigo (hasta le abolló la galea de un brutal espadazo) y recibió los aplausos del público, que gritó, sin excepción, ¡iugula! Pero el Caesar, quizá conmovido por las piadosas vestales, decidió perdonar la vida al gladiador de los astures. El combate, no puntuable, no movió los marcadores... ¡pero fue muy emocionante!
4ª Prueba: Carreras de Carros. Un carro con auriga y tripulante de cada equipo debía completar una vuelta y dar un relevo a una singular cuadriga. Al dar la salida, los essedarii emprendieron al galope la peligrosa carrera, girando sobre una rueda al pasar los obstáculos.
¡Desastre! Al llegar a la meta, el carro astur se parte en pedazos y el auriga está a punto de ser aplastado por la barquilla. El tripulante, encargado de dar el relevo, salta ágil como un gamo antes del accidente.
La pericia del auriga, bien sujeto a las bridas, le permite salir ileso del percance (sólo sufre 1 Herida por la caída), y recibe incluso los aplausos de la grada romana.
¡Y sale la cuadriga astur al relevo! A mis niñas les encantaron los curiosos "corceles" de ambas escuderías. A pesar del percance, los bárbaros fueron más rápidos, pero los jueces dieron la carrera por nula.
5ª Prueba: Paso de las Pasarelas. Con una doncella en el centro de la estrecha pasarela, una pareja de atletas deben cruzarla al mismo tiempo, sin caer al agua. Los romanos se cayeron tantas veces, que perdimos la cuenta, y empezamos a perder las esperanzas de remontar el adverso marcador. Nada - IV para los astures.
Última Prueba: Carreras de Anillas. Montados a caballo, los equites deben coger con sus puñales las anillas que rescatan del estanque sus aliados. El resultado fue un empate a 7 anillas: I - V, y terminan las pruebas con una clara victoria bárbara.
Las continuas trampas, los sobornos y otras malas artes de los bárbaros calentaron los ánimos de los valientes romanos y, en la arena, dos guerreros tomaron las armas para resolver la disputa. El bárbaro astur (el veloz tripulante de la Carrera de Carros) desarmó al caballero romano y empezó a golpearlo con una clava, hasta que acudió otro ciudadano en su rescate.
¡Duelo de campeones! Armados con un arma de asta bárbara y una gran almádena romana, los dos gladiadores de Nivel III hicieron toda una demostración de fuerza y coraje.
¡Victoria romana! Contentos con esta victoria moral, los espectadores romanos abandonaron el anfiteatro mientras los bárbaros astures celebraron, bebiendo sin medida, su marcador final. ¡Magnífico espectáculo!
Alfonso Mañas, su hermano, mis (tres) niñas y yo abandonamos la grada romana (algo tristes por la derrota) para comentar los mejores momentos de la tarde. Viendo la emoción desatada en este pequeño anfiteatro de provincias, no podemos imaginar lo que debió de ser el Coliseo de Roma durante su época de esplendor... Esperamos volver el próximo año a Astorga para revivir esta experiencia.
¡Saludos de los Gladiatoris!
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